Capilla

Capilla Sacramental

Posiblemente estamos hablando del lugar de culto más importante de la corporación. Cita en el cruce de las naves, concretamente da a la nave del Evangelio. Señalando que esta capilla consta de elementos al que tenemos que atender por su importancia.

Camarín

Mención aparte merece la Capilla Sacramental, también realizada en 1723, que,aunque su tipología puede agruparse con el resto de los camarines, posee una diferencia fundamental. Mientras que en los anteriores el centro de atención era la imagen allí alojada como en su propia casa, esta Capilla estaba dedicada a la conservación y exposición diaria del Santísimo Sacramento. En ella la Sagrada Forma debía estar guardada en un sagrario tabernáculo sobre el que se alzaba un expositor u ostensorio en el que era visible la ostia consagrada (1).

Por ésta causa la Capilla Sacramental es, sin duda, el más suntuoso de los cinco camarines conservados en ella, aparte del más rico en contenidos emblemáticos e iconográficos. De planta octogonal, los muros de la capilla se dividen en paños separados por columnas adosadas de orden compuesto, elevadas sobre plintos. En tres de los lados aparecen medallones y óculos ovales enmarcados por una decoración vegetal de rocallas, penachos y flores. Un entablamento denticulado con guirnaldas sostiene una bóveda octogonal aplastada, con sus correspondientes nervios decorados con jarras florales y guirnaldas de laurel que apuntan al florón de acantos de la clave, cuyos pétalos se rematan, a su vez, en pequeñas rosas. Los suplementos de la bóveda sirven de soporte material a un programa iconográfico de vertiente sacramental y mariana, integrado por distintos motivos escultóricos de yesería. En los segmentos laterales nudos vegetales de tallos de acanto delimitan sendas cartelas policromadas con fondo azul. En ellas aparecen un pelícano y los dos misterios encarnados por el Sacramento de la Eucaristía: el Sacrificio y la Resurrección, respectivamente.

Los tres paños principales se reservan a una simbología mariológica. El central demuestra un ostentoso blasón de rebordes apergaminados, sustentado por una cabeza de querubín, circundado por guirnaldas de flores y rematado en una corona imperial. En su interior se ostenta el anagrama del Ave María, rodeado por un Rosario, componiendo el escudo de la Virgen del Rosario al que se dedica el habitáculo. A ambos lados, se sitúan dos ángeles mancebos arrodillados en actitud adorante, portando símbolos de la Realeza, y Triunfo de la Virgen: una vara de azucenas y rosas, y una hoja de palma, respectivamente. Sobre la claraboya frontal del camarín, se dispone un jeroglífico mariano compuesto por un pozo flanqueado por cuatro cedros, representativos de las invocaciones de la letanía y del Cantar de los Cantares: Puteus acquarum vivarum (“Pozo de aguas vivas”) y Coedrus exáltala (“Alta como el cedro”).


(1) BONET CORREA, A. Andalucía Barroca. Arquitectura y urbanismo. Polígrafo. Barcelona 1978, p. 202.

Retablo

Retablo de la Capilla Sacramental: Obra del siglo XVIII en madera dorada, jaspeada y policromada (5,46 x 8,10 m. con piezas y añadidos correspondientes al siglo XX).

Su estructura se compone de un cuerpo único con gran calle central flanqueada por otras dos más estrechas y ático monumental horadado a modo de transparente. El diseñador ha articulado una dinámica composición retablística donde prima el juego de entrantes y salientes, la alternancia de columnas corintias y pilastras cajeadas, la disposición sesgada de frontones, ménsulas y fragmentos de estilóbatos los contrastes lineales y volumétricos y la combinación de rebordes dorados con superficies jaspeadas.

El aparatoso despliegue escenográfico respirado por el conjunto viene subrayado por el cornisamento quebrado y la yuxtaposición de medios frontones triangulares en torno al frontón curvo central, y de medios frontones curvos volados sobre grandes mensulones recubiertos de hojarasca en los extremos.

En la superficie del ático se desenvuelve una aparatosa gloria de ángeles y querubines policromados, que elevan una Corona Imperial por encima del sol que aloja el anagrama del Ave María. Este último elemento iconográfico se recorta a contraluz contra la cavidad practicada al efecto detrás suya, la cual deja filtrar la luz, potenciando la teatralidad y los valores emocionales que convierten al retablo barroco en “escenario” del milagro.