Capillas

Capilla de Jesús Nazareno

Está enclavada en el crucero parroquial, en el lado de la epístola. El ara está sostenido por una mesa de altar de madera. Justo encima se encuentra la apertura del camarín, tiene un arco de medio punto, éste incluye una cristalera para aislar la imagen de exterior. A ambos laterales se sujeta la iluminaría recogida por faroles y sostenidos por unas hermosas pértigas de forja artesanal. A los lados del paño de pared existen dos vanos en la arquitectura que sirven para acceder al camarín y sus dependencias. El de la izquierda posee actualmente una puerta de madera fabricada con la técnica de cuarterón, el bastidor tiene tapajuntas exagerado en esquinas y centros. La entrada de la derecha esta tapiada. Justo encima de éstos se presentan dos lienzos pintados al óleo; el de la diestra aparece la iconografía de la Virgen niña, acompañada por sus padres San Joaquín y Santa Ana. A la siniestra aparece la imagen del Señor San Antonio. Ambos del siglo XVIII.

Dentro de una consideración del templo barroco como estructura orgánica, el camarín y su desarrollo se conforman como un elemento independiente y a la vez indisoluble de la fábrica de la Iglesia. Su estructura es la propia de un organismo centralizado de pequeñas dimensiones que proporciona un espacio físico que cabe entender, hasta sus últimas consecuencias, como una auténtica habitación o cámara de la imagen. El camarín es, no cabe duda, un elemento indiscutiblemente barroco que refleja la obsesión de este estilo por vivificar y convertir a toda costa la obra escultórica en un ser vivo, que represente a los “habitantes” del mundo sobrenatural, acercándolos al mundo real. En el centro del espacio “mágico” del camarín, la imagen se ofrece a la exposición pública y la veneración de los fieles como si flotara en su propio universo. Al mismo tiempo el carácter compacto y cerrado lo hacen aparecer como un reducto acolado para proporcionar al devoto la ansiada intimidad, soledad y recogimiento necesarios para su diálogo personal con la imagen, lejos del bullicio y ruido que inundan otros espacios de la Iglesia. El camarín por tanto se convertirá en un nuevo instrumento para desarrollar los recursos teatrales inherentes a la retórica lingüística del Barroco, rodeando a la imagen del aparato escénico propio de un teatro, cuyo telón viene a ser el mismo retablo, que separa la realidad del mundo maravilloso encerrado en su interior. Dentro de las diferentes tipologías que admite la arquitectura de este singular elemento arquitectónico podemos distinguir el camarín tribuna, el camarín torre y el camarín oculto. A este último tipo pertenecen los ejemplares de Casabermeja, que quedan envueltos entre los muros perimetrales del templo. Partiendo de plantas sumamente sencillas, cuadradas, poligonales o circulares, pero profusamente decoradas, suelen desarrollarse a su alrededor pequeños recintos privados que servían indistintamente de oratorio, sacristía, lugar de reunión o incluso de gabinete donde la imagen es cambiada de vestiduras o reservada en determinadas ocasiones (1).

Casabermeja cuenta con tres camarines en su Iglesia Parroquial, el de Jesús Nazareno en el brazo del crucero correspondiente a la nave de la Epístola, procedentes de la reforma de 1723, y los de la Virgen de los Dolores y la Piedad situados en la misma nave y realizados en 1795. El camarín de Jesús Nazareno, consta de dos estancias contiguas, una de las cuales hace las veces de sacristía o ropero para el ajuar de la imagen. El camarín propiamente dicho es de planta lobulada, con suplementos separados entre sí por pilastras con capitel de placas. El ritmo curvilíneo que sacude el movimiento de paños cóncavos y convexos se plasma en el contraste visual establecido entre las pequeñas oquedades ubicadas en cada uno de los ocho lóbulos y los fragmentos de estilóbato que sobresalen del muro. Un entablamento sencillo, con decoración pictórica de tallos de acanto, y un conjunto de curiosas trompas avaneradas dispuestas en los ángulos, sustentan una bóveda de gajos de la que arranca otra más pequeña, cruzada por ocho nervios. De este capulín se desgrana una ornamentación pintada con sencillos motivos de margaritas. Este camarín conserva, en relativo buen estado, la solería primitiva, compuesta de ladrillo rojo y pequeños azulejos cuadrangulares, de bicromía blanquiazul, dispuestos sobre el pavimento según un esquema radial. Estilísticamente, se trata de piezas muy comunes en la arquitectura dieciochesca andaluza, poseyendo un gran sabor popular y una sugestiva fantasía compositiva. Cada azulejo muestra un diseño seriado, consistente en un reborde alveolado que rodea un tondo central, en el cual se representan variados motivos, cónicos, tales como rostros humanos, flores, estrellas, pájaros y soles.

(1) KUBLER, G. Arquitectura de los siglos XVII v XVIII en “Ars Hispaniac”, vol XIV. Plus Ultra, Madrid 1957. pp. 285-291; CAMACHO MARTÍNEZ, R. “El espacio del milagro: el camarín en e! Barroco español”. Actas del 1 Coneresso Internacional do Barroco. 2 vols, Reitoria da Universidadc – Govemo Civil, Porto 1991, pp. 185-212, vol 1.

Capilla de María Santísima de los Dolores

Localizada esta capilla, la más próxima al crucero, dentro de la nave de la Epístola. Tiene una apertura para entrar al interior y sus espacios secundarios por una hueco con puerta de madera de técnica de cuarterón, dieciochesca, situada a la izquierda de la capilla.

El ara se vuelve a sustentar por una mesa de altar en madera, siguiendo en vertical encontramos la apertura del camarín. Se repite la iluminaría en faroles, sujetados con pértigas en forja manual a ambos lados.

El Camarín de la Virgen de los Dolores presenta planta circular con pilastras corintias cajeadas y adosadas al muro. En los paños intermedios se alternan claraboyas ovales rodeadas de festones y lazadas con paramentos lisos, decorados con guirnaldas de laurel sujetas por cintas. Un delgado friso, ornamentado con cintas y florones, marca la transición un entablamento denticulado. Sobre él descansa una bóveda semiesférica, subdividida por ocho nervios rematados en capitel mensulado, los cuales se incrustan en un medallón festoneado por guirnaldas de helechos y laureles, dispuestas en forma estrella. La solería interior elaborada en cerámica, en piezas cuadradas y esmaltadas unifórmente en el propio color negro y las otras en un color cercano al blanco. Este pavimento está ordenado linealmente por colores iguales.